Resulta patético ver a la casta
dirigente, política, periodística y bancaria, haciendo un llamamiento a la
calma y pidiendo respeto “a las reglas de juego democrático” ante las
avalanchas de manifestaciones “escrache” ante domicilios de políticos y de
partidos.
En un artículo anterior titulado
“la violencia necesaria” apuntaba a que la actual política de distanciamiento
entre la sociedad y la clase dirigente española acabaría con un enconamiento contra
la casta dominante. El 15M, los indignados y, ahora, los escraches, no son más
que manifestaciones de ese descontento popular. Otra cosa es que los
manipuladores de turno intenten, a río revuelto, hacer suyos estos movimientos
mediante la inoculación de “líderes” comunistas como Julio Anguita y Ana Colau,
pero eso no deslegitima sus iniciativas como tampoco lo hace el que las
ejerciten ante la puerta de la casa de quien les de la gana señalar como
responsables de la situación actual. Si sólo lo hacen ante las puertas del PP
se estarán equivocando, cómo lo corrobora la oposición manifestada por Felipe
González cuyas barbas pone a remojo y buen recaudo. PP y PSOE son, junto con la
banca y los poderes mediáticos, las cuatro patas de esta oligocracia que se
siente coja y que pide a gritos su propia estabilidad a base de pedir el
respeto a sus propias reglas. ¿Con que cara pueden pedir respeto “a las reglas
del juego democrático” con 6 millones de parados, 10 millones de pobres, dos millones de familias sin recurso alguno,
con más de 200 mil ejecuciones hipotecarias y constantes desahucios? ¿No es un
auténtico escrache fiscal el sistema
impositivo español, próximo a la confiscación, el que sufre la clase media mientras
los banqueros y políticos lo tienen a buen recaudo en Suiza y paraísos
fiscales? Y ¿por qué no hablamos de los escraches mediáticos a los que nos
someten impunemente prensa, radio y televisión, como mamporreros de nuestra
clase política corrupta? ¿A qué reglas
de juego se refieren? Tal vez lo hagan
respecto a las que sostienen este estado social en ruinas que va camino de
liquidar la justicia, educación y sanidad pública y que ha hecho que los
principios y derechos constitucionales al trabajo, a una vivienda digna y a
unos servicios públicos eficaces sean, lisa y llanamente, mentira, pura
demagogia barata y la expresión legal de una farsa que amenaza a un gran
escrache popular.
No se puede pedir sensatez,
cordura, diálogo, moderación ni consenso y “respeto a las reglas del
juego” cuando sólo una parte cumple su
compromiso. ¿O es que lo políticos por
el hecho de serlo también gozan de inmunidad absoluta para cumplir una ley de
la que deberían ser los primeros custodios y obligados? ¡Qué bonito, hipócrita
y deleznable es dar lecciones con el estómago lleno y con la mirada puesta en
abultadas cuentas de resultados o en la confortable nómina que cobran a costa
del endeudamiento general!
Las normas sólo valen si valen
para todos. La clase política sigue cobrando y sigue sin conseguir hacer
realidad las reglas del juego del estado social y democrático que, estas sí,
apaciguarían las necesidades primarias, inquietudes colectivas y ambiciones
legítimas de una sociedad que se siente burdamente engañada.
Alejar la expresión de ese
descontento colectivo no hará otra cosa que enconar, más si cabe, las
posiciones encontradas. Alejar a 300
metros al político de turno para que no oiga lo que sí o no se merece es,
además de ilegal, un gravísimo error que agranda 300 metros más la gran brecha
que divide al pueblo de la clase dirigente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario